Las cárceles, ¿realmente el mejor método punitivo?

Después de haber visto cómo se las gastaban nuestros antepasados a la hora de castigar a los culpables de cualquier delito de la época, podemos decir que nuestro sistema carcelario es una condena bastante benigna; sobre todo si tenemos en cuenta lo que no dejan de repetir nuestros políticos en cualquier país civilizado: la cárcel no es un castigo, sino una forma de reinsertarse en la sociedad. Yo, la verdad, tengo mis dudas sobre esto último, pero estoy cien por ciento seguro de lo primero.

Claro que, como no hablo por propia experiencia, seguramente aquellos encarcelados que “disfruten” de una larga o menos larga estancia en prisión no estén muy de acuerdo conmigo. Convengamos que estar privado de libertad no es agradable para nadie, muchas veces es más duro a nivel psicológico que a nivel físico, aunque esto no es un motivo para la reinserción o la no reincidencia en delinquir, por desgracia; sin embargo, a veces uno no echa tanto de menos la falta de libertad, como los beneficios que tenemos al disfrutar de ella y de pronto vernos privados de estos. Por eso, hay artículos muy interesantes sobre el sexo en la cárcel, porque, aunque pensemos que la sexualidad no debe ser importante para un preso, y estamos acostumbrado a escuchar y ver cosas increíbles gracias a miles de películas del género, no estamos muy acertados: tener la oportunidad de echar un polvo, o simplemente de gozar de intimidad para una masturbación no es tan fácil dentro de un centro penitenciario, como podríamos creer.

Me explicaré. Aunque a diario tenemos mil cosas en la cabeza que se acaban convirtiendo en nuestra rutina, y en las que no solemos pensar ya conscientemente sino que es todo un ritual, cuando un preso entra a la cárcel y cambia totalmente su forma de vida, sus prioridades cambian, como podrás imaginar. Así, un cepillo de dientes, una radio, un libro, y por supuesto tener sexo se convierten en prioridades, pasando de cosas que antes tenías pero que ahora necesitas perentoriamente. Dado que la mayoría de los reos son hombres, a todos nos ha dado de vez en cuando por pensar en la sombre de la homosexualidad, ya sabes, la eterna broma del jabón en el suelo de las duchas y esas cosas; pero realmente, uno puede pensar en volverse maricón si pasa un tiempo a pan y agua, sobre todo si uno ha sido muy activo sexualmente hablando. Luego, está la solución de la masturbación, que realmente es algo que todo el mundo practica, en la cárcel o fuera de ella, no importa; pero cuando en el mundo exterior tenemos mucho estímulos, es difícil encontrarlos en prisión, así que mucho que usaban la pornografía o el gay porno si eran homosexuales, se encontraron con un gran problema en este sentido.

Realmente, si uno tiene pareja en el exterior, no hay demasiadas objeciones ni obstáculos para tener una visita de carácter íntimo, aunque seas gay. El problema viene si no tienes ninguna relación fuera de la cárcel y quieres tenerla dentro, y se multiplica si es de carácter homosexual, como puedes intuir; pero volvemos a decir, la gran mayoría de los encarcelados son hombres, y de todas formas, son pocas las cárceles mixtas. En realidad, si lo piensas, y con un poco de humor negro, merece la pena ser sarasa en estos momentos, al menos las posibilidades de un polvo se multiplican exponencialmente.

Así que sí, podríamos decir que realmente la prisión es un castigo efectivo, a falta de darle otro calificativo. Aunque no precisamente por la falta de libertad, o al menos no sólo por ella, sino también por las carencias que puede traer a la vida de los presidiarios, a los que parece que proveer de cama y comida ya es bastante para satisfacer sus necesidades básicas. Pero como ves, no es así.